domingo, 26 de agosto de 2018

Helado para el alma

La semana pasada llevé a mis niños a un restaurante. Mi hijo de 6 años de edad preguntó si podía dar gracias. Cuando inclinamos nuestras cabezas, él dijo:
- “Dios es bueno, Dios es grande. Gracias por los alimentos, yo estaría aún más agradecido si mamá nos diese helado para el postre. Libertad y Justicia para todos. Amén”.
Junto con las risas de los clientes que estaban cerca, escuché a una señora comentar:
- “Eso es lo que está mal en este país, los niños de hoy en día no saben cómo rezar, pedir a Dios helado... ¡Nunca había escuchado esto antes!”
Al oír esto, mi hijo empezó a llorar y me preguntó:
 “¿Lo hice mal? ¿Está enfadado Dios conmigo?”
Sostuve a mi hijo y le dije que había hecho un estupenda oración y Dios seguramente no estaría enfadado con él. Un señor de edad se aproximó a la mesa. Guiñó su ojo a mi hijo y le dijo:
- “Acabo de saber que Dios pensó que la tuya ha sido una excelente oración”.
- ¿En serio?, preguntó mi hijo.
- ¡Por supuesto! Luego en un susurro dramático añadió, indicando a la mujer cuyo comentario había iniciado aquel asunto: “Muy mal, ella nunca pidió helado a Dios. Un poco de helado, a veces, es muy bueno para el alma”.
Como era de esperar, compré helado a mis niños al final de la comida. Mi hijo se quedó mirando fijamente el suyo por un momento y luego hizo algo que nunca olvidaré durante el resto de mi vida. Tomó su helado y sin decir una sola palabra fue a ponerlo frente a la señora. Con una gran sonrisa le dijo:
- “Tómelo, es para usted. El helado es bueno para el alma y mi alma ya está bien”.

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