En el país de los cuentos había una vez un
pequeño Duende. Un duende muy travieso que siempre andaba riendo y saltando de
un lado para otro... Vivía en una casita toda rodeada de montañas.
A su lado, un pequeño río discurría plácidamente por la falda de la ladera
describiendo un paisaje difícil de imaginar...
Lo que más gustaba al duendecillo era ver como
cada mañana, con los primeros rayos de sol, todas las flores de su jardín iban
abriendo una por una sus hojas...
Uno de aquellos días, como muchos otros, salió
a pasear a la montaña. Y caminando entre las rocas encontró una flor: era una
flor preciosa, nunca había visto otra de igual belleza. Le había cautivado
tanto que pasó toda la tarde mirándola. Era maravilloso verla cuando se
contorneaba cada vez que el viento acariciaba sus hojas.
Al siguiente día y al siguiente, y al otro,
volvió para estar a su lado y mirarla.
Un día como tantos otros, nuestro duendecillo vio como de una de sus hojas caía una pequeña lágrima. No entendía cómo la flor más maravillosa del mundo podía estar triste. Se acercó a ella y le preguntó:
Un día como tantos otros, nuestro duendecillo vio como de una de sus hojas caía una pequeña lágrima. No entendía cómo la flor más maravillosa del mundo podía estar triste. Se acercó a ella y le preguntó:
- "¿Por qué lloras?".
- "Me siento triste aquí entre las rocas, sin nadie que me mire salvo tú, contestó la flor. Me gustaría vivir en un jardín como el tuyo y ser una más de entre las flores. Además, te concederé el deseo que más quieras si me llevas allí".
- "Me siento triste aquí entre las rocas, sin nadie que me mire salvo tú, contestó la flor. Me gustaría vivir en un jardín como el tuyo y ser una más de entre las flores. Además, te concederé el deseo que más quieras si me llevas allí".
Fue entonces, cuando el pequeño duende la tomó
entre sus manos y con todo el cariño del mundo la plantó en el lugar más bonito
de su jardín.
Una vez cumplido el deseo, la flor le dijo al duendecillo:
- "Y bien, ahora que me has llenado de felicidad al traerme aquí, ¿qué es lo que más deseas en este mundo?"
Una vez cumplido el deseo, la flor le dijo al duendecillo:
- "Y bien, ahora que me has llenado de felicidad al traerme aquí, ¿qué es lo que más deseas en este mundo?"
Y el duendecillo entonces, la miró fijamente y
contestó:
- "Quiero ser flor como tú para sentirme por siempre a tu lado".
- "Quiero ser flor como tú para sentirme por siempre a tu lado".
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