Cuentan que, en
cierta ocasión, llegó un misionero a un pueblo indígena. Los habitantes del pueblo
recibieron al misionero con grandes atenciones y se dispusieron a escucharlo.
- Vengo a
traerles una Buena Nueva, la noticia de un Dios Padre, que nos quiere a todos y
desea que vivamos como auténticos hermanos, sirviéndonos y ayudándonos unos a otros.
¿Van a aceptar la noticia que les traigo y a recibir en sus corazones a ese
Dios Padre que nos ama a todos como verdaderos hijos?
Calló el misionero
y los indígenas permanecían en silencio.
- ¿Lo quieren aceptar
o no? -insistió desconcertado el misionero.
Al rato, se alzó
serena la voz del jefe del poblado diciendo:
- Quédate a vivir
con nosotros unos días y si en verdad vives lo que quieres enseñarnos, entonces
volveremos a escucharte.
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