martes, 1 de diciembre de 2020

El canto del jilguero

                        Leyenda guaraní

Un indio oyó en la selva el canto de un jilguero. Nunca había oído una melodía igual. Quedó enamorado de su belleza y salió en la búsqueda del pájaro cantor. Encontró a un gorrión. Le preguntó:
- ¿Eres tú el que canta tan bien?
El gorrión contestó: - Claro que sí”.
- A ver, que te oiga yo.
El gorrión cantó, y el indio se marchó. No era ése el canto que había oído.
El indio siguió buscando. Preguntó a una perdiz, a un loro, a un águila, a un pavo real. Todos le dijeron que sí, que eran ellos, pero no era su voz lo que él había oído. Y siguió buscando. En sus oídos resonaba aquel canto único, distinto, ensoñador, que no podía confundirse con ningún otro.
Siguió buscando, y un día a lo lejos volvió a escuchar la melodía que había escuchado una vez y que desde entonces llevaba en el alma. Se paró silencioso. Sintió la dirección y midió la distancia con sus sentidos alerta. Se acercó sigiloso como un indio sabe andar en la selva sin que sus pies se enteren. Y allí lo vio. No necesitó preguntarle. Lo supo desde la primera nota, su oído se llenó con la melodía, sació su mirada con la silueta del pájaro cantor, y volvió feliz a su aldea. Ya sabía cuál era el pájaro de sus sueños.


La voz del Espíritu es inconfundible en el alma. Nos quedó grabada desde que nuestro cuerpo fue cuerpo y nuestra alma fue alma. Y vamos por el mundo preguntando ignorantes: “¿Eres tú?”. Mientras preguntamos no sabemos. Cuando se oye, ya no se pregunta. Dios se revela por sí mismo, y sabemos que está ahí con fe inconfundible. Que no se nos borre nunca el canto del jilguero.

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