domingo, 6 de mayo de 2018

El valor de la honestidad

"... Se cuenta que allá por el año 250 A.C., en un Reino lejano, un Príncipe de la región norte del país estaba a punto de ser coronado Rey, pero de acuerdo con la ley, antes debía casarse. Sabiendo esto, decidió hacer una prueba entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe, pero pensaba que su hija no estaría a la altura del desafío. Al llegar a casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.
Sin poder creerlo le preguntó:
- "¿Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Quítate esa idea insensata de la cabeza, sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura".
Y la hija respondió:
- "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Es posible que jamás sea escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos algunos momentos cerca de mi amado Príncipe. Esto me hará feliz"
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el Príncipe anunció el desafío:
- "Daré a cada una de vosotras una semilla, aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida como mi esposa y futura Reina".
La propuesta del Príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, además de las costumbres, amistades, relaciones, etc.
El tiempo pasó, la dulce joven no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, pero cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.
Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar unos momentos cerca del Príncipe.
A la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas, tamaños y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto unas flores tan bellas.
Finalmente, llegó el momento esperado y el Príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar una a una por todas, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa.
Nadie de los presentes entendía por qué había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el Príncipe explicó:
- "Ésta ha sido la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi Esposa y Reina: La flor de la honestidad, todas las semillas que entregué eran estériles".

Maravilloso relato, ¿no? En tiempos donde lo importante parecen ser los resultados, los logros, el éxito, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un valor perdido, el cual casi hemos olvidado, somos capaces de inventar los más variados argumentos para excusarnos, por no decir me equivoqué, para ser humildes y reconocer que otros tienen la razón, o para decir no sé acerca de esto. 

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