lunes, 4 de mayo de 2020

Cambiar para triunfar


Eran cerca de las once de la noche. Hacía algunos minutos había dejado a mi novia en su casa. Al parar en el semáforo una persona caminó hacia el vehículo e inmediatamente puse el seguro. Era un joven con el rostro sucio que blandía en su mano derecha un trapo pretendiendo limpiar el parabrisas... Dije que no sin mucho entusiasmo. El insistió y mi paciencia se agotó, sentí que la sangre se me subía a la cabeza, bajé la ventanilla y me encaré con el joven:
- “¡Ya te he dicho que no!”
Al fijarme detenidamente en su rostro observé que estaba sucio, pálido y con una expresión de tristeza.
- Con ese trapo tan sucio, dije, más bien me vas a ensuciar el cristal.
Él bajó su cabeza y guardó silencio. La actitud humilde del joven me impactó. Me sentí incomodo y para tratar de suavizar la situación le dije:
- ¿Por qué no te compras un limpia-cristales y así das un buen servicio?
- Es que no tengo dinero -respondió con voz suave que parecía un murmullo.
- Bueno, pues ahorra y cómprate una -le respondí.
Levantó los ojos y me dijo:
- Está bien, señor.
El incidente se me olvido. Pasó el tiempo, y una noche, en el mismo semáforo, un joven con el cabello al viento y con una sonrisa contagiosa se me acercó alegremente y me preguntó:
- ¿Ahora sí, señor, me deja limpiarle el cristal?
Ahora estaba limpio y sujetaba en su mano una palita de esas con que se limpian los cristales.
- Mire, agregó el joven; le hice caso, ahorré y me compré mi limpiador, ahora me va muy bien.
Por su puesto, el joven limpió de forma eficiente el parabrisas. Le pagué por sus servicios y él lo agradeció. Por la noche repasé los acontecimientos. Ese joven no tenía recursos ni esperanzas. Pero la necesidad y la voluntad de salir adelante bastaron para agarrarse a una posibilidad.
Cuántas veces, me pregunto, muchos de nosotros con más recursos y más estudios, nos hundimos en el desánimo y nos quedamos bloqueados.


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